Résumé
Cuando perdiera en Oriente lo que tiene conquistado más mi dicha que mi gente, y ese hermoso rostro viera, me olvidara y suspendiera; que el cielo en vos vengo a ver, y dejáraislo de ser cuando pena en vos hubiera. No es mi poder infinito, ni soy Gran Señor llamado por serlo de un gran distrito, desde el alemán helado hasta el abrasado Egipto; no porque la Natolía, la Tracia, Armenia y Suría, monte Tauro y mar Hircano está sujeto a mi mano, y desde el Arabia a Hungría; no porque el Tigris pasé, y a Mesopotamia vi, y el Tanais ensangrenté, la gran Rodas destruí, la firme Malta apreté; no porque al Danubio frío ha llegado el poder mío, y hasta la indiana Bengala, ni porque a Sijeto iguala la desventura de Sío; no porque conozcas ya cuántos mi persona adoren, que sobre la luna está, ni que mi favor imploren como si fuese el de Alá; no porque provincias varias me den, aunque en ley contrarias, sedas, aves y caballos; no porque tantos vasallos me rindan tributo y parias; no por perlas, plata y oro y palacios de valor llenos de tanto tesoro; sino porque soy señor de esta hermosura que adoro. como dicen los cristianos, en belleza un serafín, con más dones soberanos que hojas tiene este jardín? Si toda la perfección que la parte celestial puede dar por infusión a una criatura mortal tuviera mi discreción, y vos fuérades un hombre, porque mi amor os asombre, procedido humildemente, y tan pobre entre la gente que no tuviérades nombre, y otro, cual vos sois ahora, de sus reinos me quisiera para universal señora, a ese talle me rindiera, que es lo que mi alma adora. ¿Cómo en el baño os ha ido?